El cerebro del
masoquista: entre el placer y el dolor
Los masoquistas procesan
el dolor de una forma distinta “engañan a su cerebro” para sentir placer.
El masoquismo o
sadomasoquismo como se conoció por las obras de Marqués de Sades una condición
que “que sufren y gozan” muchos seres humanos.
Hasta hace unos años,
hablar de masoquismo era un tema tabú, hoy aunque lo sigue siendo, cada vez más
personalidades admiten tener cierta inclinación por esta actividad, la premisa
es simple, infringir o permitir que nos causen dolor al momento de sostener
relaciones sexuales ¿Pero, qué es lo que pasa en la mente de un masoquista?
Acompáñanos a conocerlo en esta nota.
El ser humano, por
naturaleza, está entrenado para evitar situaciones dolorosas e insistir en las
que le producen placer o felicidad, sin embargo, hay quien habla de masoquismo
de ‘baja intensidad’: todos conocemos a alguien a quien le encanta la comida
tan picante que hace que se le duerma la lengua, todos tenemos algún amigo que
corre maratones agotadores, y muchos nos hemos rascado alguna vez una picadura
de mosquito hasta levantarnos la piel o dejarla enrojecida. ¿Por qué pasa esto?
Entender la relación
entre placer y dolor, puede ser bastante complicado, en ella se relacionan
situaciones psicológicas, psiquiátricas y químicas, sin embargo, las tres
posturas concuerdan en que para entender esta relación la clave está en que al
sentir dolor el cerebro produce una substancia cargada de endorfinas, ésta se
asocia con estados alterados de conciencia y con el placer.
Otro factor que se ha
propuesto es el alivio que se siente tras escapar o superar una situación
desagradable, como sucede en las personas que se autolesionan, generalmente
para aliviar un sufrimiento psicológico. Pero el caso del masoquismo es
diferente, pues el dolor es percibido como placentero en sí mismo, aunque hay
quien ha planteado que el verdadero objetivo del masoquismo se relaciona más
con el poder y la sumisión que con el propio dolor.
En un interesante estudio
realizado por la Universidad de Dusseldorf se comparaba, entre otros, a un
grupo de personas con conductas masoquistas con un grupo de control que no
mostraba este tipo de comportamientos. Para empezar, encontraron que el grupo
de tendencia masoquista mostraba un umbral de dolor más elevado y valoraba la
estimulación láser que se les aplicaba como significativamente más agradable en
comparación con los controles. Y aún más interesante, utilizando la técnica de
magnetoencefalografía observaron que, tras una primera estimulación táctil indolora,
la aplicación del láser ocasionaba una mayor amplitud en la respuesta tardía
del área somatosensorial primaria (S1) del cerebro.
Los autores plantearon,
según lo publicado en el portal informe21.com, como una explicación tentativa
la posibilidad de que las personas con conductas masoquistas sufran una
alteración en la modulación del procesamiento de la información
somatosensorial. Así, estímulos como el dolor, que en la mayoría de las
personas aumentan la activación, serían percibidos como ‘normales’ por aquellos
con comportamientos masoquistas.
El interés y la
aceptación del masoquismo y el sadismo han crecido en la sociedad, que incluso
los ha retirado del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales. Pero a nivel científico aún queda mucho por saber sobre estas
parafilias. La psicología y la neurociencia desean comprender y no juzgar al
que disfruta sintiendo dolor. Como se suele decir, “en la variedad está el
gusto”.
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