Bloody Olimpia
La Diosa Olimpia ya hacía años que había pasado de los
cincuenta pero nada en su cuerpo ni espíritu hacia ver el paso del tiempo. Su
cutis, la ausencia de arrugas, las formas de su escultural cuerpo, sus manos,
todo en ella olía a juventud y frescura eterna.
La Diosa, sabía los motivos. Su afición desde temprana edad a la sangre humana,
más específicamente a la de los hombres,
le proporcionaba todos los atributos para conservarse inalterable. Sólo en
ocasiones la dureza de sus gestos, daban entender una madurez muy superior a la
que aparentaba.
Al levantarse, ya le había hecho saber a la sumisa hematóloga que hoy quería
sorber al obeso NY11.007, para desayunar. Olimpia no entendía muy bien la
codificación, pero sabía que esa sangre era la que más le iba a venir bien. Era
una sangre ácida, con mucha hemoglobina, y con sabor a fresas. Y el obeso podía
darle una buena ración.
Luego de ducharse y vestirse con ajustado vestido de raso, bajo a las
mazmorras. Sus sumisas ya habían preparado al gordo que de rodillas esperaba la
llegada de la Diosa.
" Eres feliz, no cerdo, sabes que te voy a sorber", le dijo
mientras lo abofeteaba.
El gordo, como los demás esclavos , tenía ya preparada la vía en la yugular y
sólo había que aplicarle la cánula y darle a sorber a Olimpia.
Olimpia dio un primer largo sorbo. Era muy agradable su sabor y efectivamente
era lo que le apetecía. Pero quería algo más de burbujas.
"Masturbar
a este cerdo, quiero más oxígeno"
Una de las sumisas, le agarró el miembro y empezó a frotarlo con ritmo, hasta
que el gordo se empalmó y rompió a sudar.
"Así
me gusta más, ya va teniendo más burbujas"-
Olimpia sorbía la sangre del cerdo esclavo, mientras este iba perdiendo el
color por la pérdida de sangre y por la excitación de la masturbación.
Olimpia paró de sorber, y hecho sangre en una copa.
"Pruébala , Helena, ya verás que diferente es a la de
ayer. Tiene más cuerpo, y todavía tendrá más cuando se corra. Pero esa es para
mí"
Helena, que era una de sus sumisas preferidas, paladeó la sangre.
"Si Diosa, sabe a frutas amargas, es
deliciosa"
Olimpia seguía sorbiendo y el cerdo
esclavo ya estaba a punto de correrse .
Ella notó el cambio de sabor y avisó a la sumisa que lo masturbaba.
" Recoger su semen,
que es de buena calidad y después me viene bien para los helados"
La esclava, introdujo la verga del cerdo en un recipiente. La corrida era
inminente.
Olimpia chupó con ganas mientras el obeso se corría, y notó ese leve cambió de
sabor que daban las hormonas cuando fluían en la sangre. Era el mejor momento.
Éste y cuando el esclavo caía exánime por la pérdida de sangre.
Y el momento llegó ya. El obeso miró al vacío con ojos estrábicos,
y blanco como una sábana se desplomó inconsciente. A Olimpia le producía
una gran excitación el dejar exhaustos a los esclavos, y gritó de placer cuando
el cerdo quedó tumbado a sus pies. Helena ya sabía que hacer: con su mano experta introdujo sus dedos por
bajo de la falda en el sexo húmedo de la Diosa y la hizo acabar de explotar de
placer.
"
Gracias Helena, estaba casi pero tu ayuda me ha venido muy bien. Parece mentira
lo que ha aguantado el gordo. Y ahora aquí lo tenemos desmayado",
y le propinó un puntapié al cuerpo
caído.
"
Llevároslo a su jaula, ordenó, y darle lentejas para que se recupere,
creo que mañana voy a volver a desayunar con él"
Subió con Helena las escaleras, dejando allí en las mazmorras a su corte de
esclavos sumisos donantes de sangre para su Diosa, bien enjaulados e
identificados con sus códigos.
Qué
bien organizado lo tengo!, pensó orgullosa. Ahora habrá que ir pensando el
menú del resto del día.