Loading...
es
  • Image 01

    Tener fe en tu Dominante conlleva no tener miedo

  • Image 02

    Mi primer sometido es mi control, siempre está a mi servicio

  • Image 03

    Manejar el silencio es más difícil que manejar el látigo

  • Image 04

    Mi alma necesita tanto mimo como mi cuerpo castigo

  • Image 05

    Después de una sesión, la mano que te domina te debe acariciar

  • Image 06

    El precio de Dominar es la responsabilidad

22 - La primera vez. Autor: stauros | Foro

una
una Feb 16 '15

La primera vez

 

Se conocieron en un foro de BDSM y durante mucho tiempo estuvieron hablando acerca de sus gustos y sus límites, de sus deseos y de sus limitaciones, primero a través de un ordenador y posteriormente en persona, y cuando llegó el momento oportuno ambos decidieron que había llegado el día de hacer realidad sus fantasías. De mutuo acuerdo eligieron una suite en un hotel, un lugar ajeno para ambos en el que pudieran sentirse cómodos y confiados; el reservó primero y a primera hora de la tarde, después de que hubiera comido y descansado después de su jornada laboral, le ordenó mediante de un mensaje de texto que se dirigiera al hotel convenido, que él le esperaria en la suite que habían reservado y que debía llevar puesto.

        Mientras se dirigía hacia el hotel, un sinfin de pensamientos se arremolinaban en su cabeza, si bien es cierto que le atraía poderosamente el bdsm y que él era una persona culta, educada y con la mente equilibrada; la sola idea de estar a merced de una persona a la que apenas conocía y que la iba a atar y producir dolor le producía un cierto temor.

        Tal y como él le había indicado, dió tres golpes en la puerta y ésta se entreabrió, el corazón le dio un brinco, se sintió como si fuera a saltar al borde de un acantilado. Esperó unos cinco minutos de pie ante la puerta y finalmente entró, la suite estaba a oscuras a excepción de dos filas de velas que marcaban el camino que debía seguir y que la condujeron hasta él. Bajo aquella tenue luz pudo distinguir su silueta, se había vestido de negro y en la mano sostenía una fusta, había algo anacrónico, misterioso, sobrecogedor en aquel ambiente.

        -Detente y arrodíllate -su tono de voz habia experimentado un cambio radical desde sus informales conversaciones alrededor de un café, era autoritario y transmitia seguridad en si mismo-.

        Muy lentamente se arrodilló sobre la moqueta, aquel era su primer gesto de sumisión y sintió un torrente de excitación que recorrió todo su cuerpo.

        -Siempre que estés ante mí estarás con la cabeza agachada y te dirigirás a mi llamándome Señor, ¿está claro?

        -Si... Señor -dijo bajando la cabeza-.

        -Cada ves que me desobedezcas, protestes ante una de mis órdenes, o te olvides de algo, recibirás un azote y si reincides recibirás diez azotes como castigo, ¿de acuerdo?

        -Si, Señor.

        -Y para cualquier cosa que necesites, me pedirás permiso, ¿esta claro?

        -Si, Señor,así lo haré.

        -Ahora desnudate

        -¿completamente, Señor?

        -Si, y espero que se la última vez que cuestiones una orden mía, por lo tanto te voy a dar un azote. Ahora levántate -dijo señalando con el dedo y apoya las manos sobre la cama.

        Con un gesto rápido le levantó la falda del vestido y ella se preparó para recibir su primer azote, se sintió expuesta, a merced de su amo aunque podía haberse marchado e increiblemente excitada; estuvo durante unos minutos en esa posición mientras el se deleitaba con la visión de aquellas nalgas prominentes enfundadas en unas medias negras y un tanga del mismo color; y cuando creyó que ya estaba a punto descargó su fusta. Aunque ligeramente amortiguado por las medias, sintió el dolor punzante y la posterior quemazón y entonces sintió como su mano acariciaba suavamente la zona dolorida y el dolor dio paso a la excitación que se adueñó de su sexo.

        -Ahora desnudate.

        Aunque era una chica muy liberal y habia estado desnuda ante muchos hombres, aquella vez era distinto; los hombres la habian desnudado apresuradamente llevados por la pasión o simplemente habia follado con ellas semidesnuda, nunca habia estado completamente desnuda ante un hombre que la observaba y se sintó expuesta, observada, sin intimidad. Sin mediar palabra abrió un cajón y extrajo el collar y se lo  enganchó al cuello, lo tocó con sus manos, era un collar de cuero grueso,con tachuelas y estaba provisto de una argolla, aunque su interior estaba forrado de suave terciopelo. A continuación se puso tras ella y le ató las muñecas a sus tobillos con una  cuerda. Ahora no podía moverse, pero aunque hubiese podido no lo hubiera hecho, se sentía como hipnotizada, no era su cuerpo el que habia sido inmovilizado, era también su alma la que era incapaz de resistirse. Entonces puso ante ella un cojin, le cogió por los brazos, y haciendo fuerza con sus manos hizo que se arrodillase sobre él, aquella mezcla de severidad y amabilidad de la que hacia gala su amo la desarmaba.

        Él se puso a dar vueltas lentamente a su alrededor deleitándose en  su cuerpo, recorriendo con su mirada cada centímetro de su piel, sus pezones  excitados, la humedad que bajaba por sus muslos, su larga melena castaña, su  piel suave. ¿Cuánto tiempo permaneció en aquella postura? Hubiese estado en esa postura por tiempo indefinido, pues no sentía dolor en las rodillas y ya no sentía la presión de las ataduras sobre sus articulaciones, de no ser por un creciente deseo de orinar, aguantó cuanto le fue posible hasta que se vio obligada por su propio cuerpo -mas no por su mente- a abrir su boca.

        -tengo que ir al aseo -gritó con un tono que oscilaba entre la súplica y el enfado-.

        -¿No te había dicho que debías pedir permiso?

        -Si amo -tragó saliva, consciente de que había cometido una infracción-, me he olvidado, no puedo aguantar más.

        -diez azotes -contestó secamente- ahora vamos al baño.

        Rápidamente le desató las manos y los pies y con un estirón de la correa la obligó a ponerse a cuatro patas y él comenzó a andar por el pasillo, ella le siguió gateando como si se tratara de un bebé hasta que él se detuvo frente a la puerta del aseo y con un gesto le indicó que entrara. Una vez dentro del aseo ella hizo el ademán de cerrar la puerta pero él se lo impidió sujetando la puerta con la mano.

        -Me perteneces, ¿lo recuerdas? Mientras estés conmigo incluso tus actos más intimos son míos y no te permito que te ocultes, ¿está claro?

        -Si amo, perdoname, es la costumbre...

        Tirando de la correa le obligó a sentarse en la taza del aseo, y cuando hubo terminado de orinar le ordenó que se limpiara y de otro tirón la sacó del aseo y la ordenó caminar a cuatro gatas hasta los pies de la cama, le obligó a ponerle los brazos en cruz y con dos cuerdas ató sus extremidades a la cabecera de la cama. Todo su cuerpo se preparó para su primer castigo, para el dolor y el placer; la excitación se adueñó de su sexo húmedo y abierto, deseó fervientemente que aquel suplicio terminara, era preferible tener su carne azotada a esperar los golpes de su fusta sobre su piel desnuda y en ese momento sintió como sus manos se posaban sobre su piel, ascenciendo desde el ombligo recorrieron su vientre y se detuvieron sobre su pechos, los masajeó sin piedad, lentamente, haciendo círculos, tomando con sus dedos sus pezones, después sus manos recorrieron el exterior de su sexo, sin entrar dentro de él, sus jadeos se hicieron cada vez más intensos, su cuerpo temblaba; su sexo estaba dilatado, húmedo, a punto de sucumbir ante el orgasmo, y justo en ese momento se detuvo y retiró sus manos, cogió la fusta y le dió un primer azote sobre sus nalgas, un estremecimiento se apoderó de su cuerpo y pronunció un leve gemido. Después vinieron los otros nueve azotes, con una breve pausa entre ellos, unos más fuertes, otros más débiles y asi fue como ella descubrió que el bdsm era el placer a través del dolor. Cuando el décimo azote se estrelló sobre sus nalgas, acto seguido introdujo las manos en su sexo y ella se derrumbó ante un intensísimo orgasmo.

        Tras desatarle las manos, ambos terminaron abrazados a los pies de la cama, agotados y felices por haberse encontrado mutuamente como dominante y sumisa

        





El mensaje en el foro es editado por una Feb 28 '15

Nuestro Twitter


Encuesta

“encuesta”

“Respuestas encuesta”

Calendario

Publicidad




contador de visitas