Ella le siguió
Ella le siguió, con una mezcla de expectación, miedo,
nerviosismo inquieto, y mucha, muchísima curiosidad.
Así no era como solía hacer las cosas. Demasiado
rápido. Apenas le conocía…
Le transmitía seguridad, confiaba en él, pero en un
rincón de su mente, su parte más racional le repetía que apenas se conocían.
Una conversación en un bar, y todo fluyó con una naturalidad surrealista. Se
sintió absorbida y se dejó llevar. Y le gustaba esa sensación.
Su piso era sencillo, espacioso y decorado con gusto.
No había nada que destacara especialmente, pero el conjunto lo hacía acogedor,
cómodo y bonito. Olía bien y estaba ordenado. << No parece el piso de un
psicópata, de momento vamos bien>> pensó ella.
Él la invitó a sentarse en el sofá, luego llenó dos
copas con vino tinto, y se sentó junto a ella ofreciéndole una de las copas.
Brindaron, y se quedaron en silencio, mirándose fijamente. Ella no se atrevía a
decir palabra. Sentía cierta vergüenza pero no quería apartar la mirada. Ese
hombre había logrado hacer que ella se abriera y le contara todas las fantasías
que su mente había elaborado en los últimos meses. Fantasías alimentadas por el
descubrimiento del BDSM, a través de unos libros que le recomendó su mejor
amiga.
Desde un primer momento se dio cuenta de que él podía
seguir la conversación sin ningún problema. Incluso decía algún tecnicismo aquí
y allá para ver si él le preguntaba el significado, pero no lo hizo. La
conversación continuaba y quedaba patente que entendía de lo que estaban
hablando. <<Ha hecho los deberes, debe ser un experto en esto>>.
Pero se sorprendió al escucharle decir que en realidad no tenía mucha
experiencia. Era modesto. Había leído mucho sobre el tema, había practicado
ciertas técnicas de la mano de expertos, pero admitía que el proceso era y
debía ser lento. Sin prisas, para ir asimilándolo todo. Las prisas no suelen
ser buenas consejeras, y en unas prácticas en las que una de las dos partes no
tiene control, mucho menos.
Saber esto la tranquilizaba. Había leído en su web BDSM
habitual que existen autoproclamados ‘expertos’ que dan mala reputación a éste
mundo. En ocasiones puede resultar incluso peligroso caer en manos de
individuos así. Pero él era un hombre sensato, y como ella no tenía ninguna
experiencia, le pareció incluso más excitante éste hecho. Alguien junto a quien
aprender.
Estaba deseosa de empezar. De entregarse a ese hombre
que la había cautivado a una velocidad vertiginosa. Sentía prácticamente todos
los sentimientos que se pueden sentir, todos a la vez, en un torbellino de
fuego y electricidad que parecía tener dentro del estómago. Y en su sexo. Ahí
también lo sentía. Se sentía preparada para cualquier cosa.
Aun sosteniendo la mirada, escuchó las palabras que
deseaba oír:
- ¿Empezamos?
Ella asintió, y la sensación en su estómago se
intensificó. Luchó por tragar saliva y, por primera vez en su vida, dijo:
- Sí, señor.
Siguiendo sus órdenes, se levantó, a unos 80
centímetros de él. Era su primera ‘sesión’. Ya habían hablado de límites, de
palabra de seguridad, de gustos y preferencias… y ella no se conformaba con
estar a la altura. Quería sobresalir. Estaba determinada a impresionarle.
Llevaba un pantalón beige ajustado, una blusa negra con
encaje en los hombros, y unos zapatos negros sin demasiado tacón. Su pelo era
completamente negro y liso, a la altura de los hombros, y lo que más destacaba
de ella eran sus ojos verdes.
- Desnúdate
lentamente. Primero los zapatos y calcetines.
- Sí, señor.
Había empezado, y su corazón estaba dando saltos de
expectación.
- Ahora la
blusa
- Sí, señor…
- Y el
pantalón…
Ella deseaba saltarle encima y besarle. Es lo que
habría hecho en circunstancias normales. Pero esta vez era distinto, porque
tenía un rol. Era sumisa y, al contenerse para acatar sus órdenes, notó que
mojaba sus bragas.
Nunca se habría imaginado que contenerse la excitaría
tanto. No podía ni imaginarse cómo sería el sexo…
- ¿Estás
cachonda?
- S - Si,
mucho… (su voz entrecortada)
- Si, ¿Qué?
- Sí, señor.
- Ahora el
sujetador y las bragas.
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Trató de
quitarse la ropa interior con sensualidad, aunque estaba tan nerviosa que no
estaba segura de si sus movimientos eran sensuales o no.
Se quedó en pie, completamente desnuda, y más húmeda de
lo que había estado nunca. Su vagina estaba hinchada podía sentir el latido de
su corazón en ella.
- Acércate.
Ella dio dos pequeños pasos, hasta quedar sus piernas
entre las de él.
Le acarició el muslo, y un relámpago recorrió todo su
cuerpo. Inspiró por la boca emitiendo un gemido ahogado.
- Arrodíllate
Al tenerla arrodillada entre las piernas, la cogió con
ternura, apoyó la cabeza de ella en su pierna izquierda, y mientras la
acariciaba le susurró al oído << Buena chica, por hoy no vamos a hacer
nada más>>.
Ella levantó la cabeza, mirándole a los ojos con
sorpresa. Estaba a punto de hablar. Quería decirle que no era suficiente, que
estaba preparada para seguir adelante, que estaría a la altura… Pero no fue
necesario.
- No tengas
prisa. No quieras correr. La confianza es algo que funciona en ambos sentidos.
Hoy me has demostrado que confías en mí, que eres capaz de entregarte. Y yo
quiero demostrarte que merezco tu confianza. Que tengo autocontrol, y que,
aunque ardo en deseos de seguir adelante, puedo esperar a la siguiente sesión.
…No tengas prisa, tenemos todo el tiempo del mundo…