Mi entrega
Las pesadas cortinas de las ventanas impedían que
entraran los últimos rayos de sol de ese día, que tocaba a su fin. Anochecía, y
sólo cuando el último rayo se apagara y la noche se cerniese sobre el jardín,
sólo en ese momento, comenzaría mi nueva vida con Ella.
Me hallaba sumido en la semioscuridad de la antesala,
esperando. Sólo tenuemente iluminada por la luz de las velas, en el silencio se
oía el flamear de las pequeñas llamas, liberando pequeñas columnas de humo que
repartían el aroma de la cera perfumada por toda la estancia.
Estaba postrado, de rodillas, con la mirada baja, mis
nalgas sobre los tobillos y las palmas de las manos abiertas sobre mis muslos,
cubierto sólo por una capa de satén, negra por fuera, roja por dentro, y un
pequeño slip de cuero negro que cubría mi sexo y mis nalgas.
Nervioso, mi corazón latía de emoción, el interior de
mi abdomen lo recorrían ejércitos de hormigas imaginarias. Así estaban cuando
llegaron un sumiso y una sumisa, amigos nuestros, a buscarme. Vestían como yo,
con la excepción que lucían sus collares y sus marcas de pertenencia a Sus
respectivos Dominantes.
- Es la
hora.- dijo ella.- al tiempo que ambos me tomaron de las manos para
incorporarme. Ella tomó una bandeja de plata con las ofrendas: Un ramo de
flores, el escrito con mis votos y mi contrato de sumisión, una correa de
cuero, una cuerda roja, un anillo y una rosa blanca. Se colocaron a mis lados,
flanqueándome, para acompañarme.
Nos dirigimos a un salón grande y espacioso. Estaba
realmente nervioso, pero deseoso de que comenzara todo. Antes de entrar, se
unió a nosotros un Ama amiga nuestra, propietaria del sumiso que me acompañaba,
sería la maestra de ceremonias y me acompañaría hasta mi Señora. Llevaba un
vestido largo de cuero negro, con capa. Entramos en el salón por la puerta
principal, en formación, el sumiso y la sumisa delante, yo acompañado a mi lado
por el Ama maestra de ceremonias. Avanzamos en procesión, lentamente, hasta el
lugar central de la sala donde se celebraría la ceremonia.
La estancia estaba deliciosamente decorada con ramos de
flores para la ocasión, numerosos candelabros y velas encendidas rompían la
sala oscura y alumbraban con diferentes intensidades cada espacio de la
habitación. En cada punto de la sala había la luz necesaria, sin ser excesiva,
creando el ambiente adecuado. En la zona central, frente a la lumbre encendida,
más iluminada, donde mi Señora estaba sentada en una butaca alta, como un
trono, de cuero negro, acompañada de un Amo, en otra butaca, propietario de la
sumisa que me acompañaba. El Amo, que actuaría de asistente de mi Señora,
llevaba un vestido de chaqueta y pantalón de cuero.
Mi Señora vestía un precioso vestido de cuero negro
entallado, largo, desde el busto hasta los pies, y sobre él, un corsé de cuero
negro con líneas rojas, que moldeaban Su figura. Unos preciosos zapatos de
charol de tacón alto, que vestían elegantemente esos pies que tanto deseaba.
Estaba preciosa con Su oscura cabellera rizada cayéndole como una cascada sobre
Sus hombros, Sus labios pintados, Su sonrisa deseosa al verme llegar.
Frente al trono de mi Señora, había un cojín de cuero
rojo y otros dos de cuero negro a cada uno de los lados de éste. A cada lado de
las butacas había dos mesas de madera ornamentadas. En una de ellas, había otra
bandeja plateada con un collar de cuero negro grabado con el símbolo de mi
Señora, las tobilleras y muñequeras de cuero, un látigo, una gargantilla con
una chapita grabada con el nombre y el símbolo de mi Señora, un anillo, un
frasco de perfume, y por último, una rosa roja y una cadena larga. En la otra
mesa, la sumisa que me acompañaba depositó la bandeja que portaba con las
ofrendas.
A los lados de todo el conjunto, varias butacas para el
resto de asistentes, unos pocos amigos y amigas nuestros, que nos esperaban en silencio,
vestidos todos ellos elegantemente siguiendo el código de la ceremonia.
Los sumisos de la comitiva nos colocamos cada uno en
frente a un cojín, yo en el central, en el rojo, y a mis lados, en los negros,
mis acompañantes. La sumisa asistente se dirigió a una de las mesitas, tocó una
campanilla que indicó a todos el inicio de la celebración y regresó. Ambos
sumisos se arrodillaron al mismo tiempo en los cojines, mientras que el Ama
maestra de ceremonias, que había permanecido a mi lado, me tomó de la mano y me
condujo frente al cojín central, frente a mi Señora, y me indicó que me
arrodillara. Así lo hice. Nalgas sobre los tobillos, la mirada baja, y las
palmas de las manos abiertas sobre los muslos.
- Estamos
hoy aquí para ser testigos y asistir a la entrega de este sumiso a Su Señora,
de forma libre y voluntaria, tras haber dado cuenta de merecerla como Ama, por
haber avalado sus cualidades de entrega y sumisión ante Ella.- Dijo la maestra
de ceremonias.- Mediante la aceptación de esta entrega, Su Señora, aquí
presente, se convertirá en Su Ama, iniciando ambos su nueva vida como Ama y
sumiso. Como sumiso, dedicará su alma, su cuerpo y su mente al placer de Su
Ama, entregándose a Ella plena,
voluntaria y completamente. Su Ama, cuidará del sumiso, cuidará su alma,
su cuerpo y su mente, lo educará convenientemente para obtener de él sus
mejores servicios y sus mejores muestras de entrega y de sumisión.
La maestra de ceremonias me tomó de una mano, me hizo
incorporar y me acercó hasta mi Señora. La sumisa asistente tomó el cojín y lo
desplazo a los pies de mi Señora. Me arrodillé de nuevo sobre él, a Sus pies,
esta vez, mirándola a los ojos.
- ¿Has
venido libremente y sin coacción, a someterte al servicio de tu Señora?.- me
dijo, la maestra de ceremonias.- Así es Señora.- contesté.
- ¿Aceptas
libremente someterte a partir de hoy a tu Señora?.-Gustosamente acepto, Señora.
- ¿Renuncias
a partir de hoy a cualquier otra relación que no sea con tu Señora?.- Si,
renuncio con agrado Señora.
- ¿Te
someterás única y exclusivamente tu Señora, tanto física como mentalmente?.-
Si, me someteré, Señora.
- ¿Juras
solemnemente que llevarás a cabo tu servicio lo mejor posible, que te darás
completamente a tu Ama, sin poner ningún obstáculo a Su voluntad?.- Así lo
juro, Señora.
- ¿Qué
ofrendas has traído ante nuestra presencia como expresión del servicio que
deseas ofrecer?
- Traigo mi
cuerpo, mi alma y mi mente, que ofrezco a mi Ama deseada.- dije,
desprendiéndome de la capa. - Traigo mis votos que me convertirán en el sumiso
de mi Dueña. Traigo un ramo de flores que representa la inocencia de mis
intenciones. Traigo la cuerda con la que deseo representar mi atadura a mi
Señora. Traigo mis votos y mi contrato de sumisión como prueba escrita de mi
libre voluntad a someterme a mi Señora. Traigo esta correa, para que mi Señora
me guíe y me dirija en mi sumisión. Traigo esta cuerda roja que simboliza mi
regalo de sumisión, y se la ofrezco como prueba de mi entrega. Traigo este
anillo como señal de sumisión absoluta a mi Señora. Traigo esta rosa blanca
para sellar mi sumisión para siempre.
- Lee tus
votos de sumisión.- me indicó la maestra de ceremonias.
- Me
comprometo solemnemente a obedecer a mi Señora inmediatamente, sin reserva y
sin vacilación en todo lo que pida de mí. Me comprometo solemnemente ser
hermoso a sus ojos, y sonar gracioso a sus oídos. Me comprometo solemnemente a
servirle de la forma que mi Señora desee, con todo mi cuerpo y mi alma, en todo
lo que desee. Me comprometo a que no habrá en este mundo nadie más importante
que mi Señora, ni nada más importante que estar a Su servicio.
La maestra de ceremonias tomó mis manos, y puso las
palmas sobre las rodillas de mi Señora, y se dirigió a Ella.
- ¿Aceptas a
este sumiso en propiedad?.- Si, lo acepto.- Respondió mi Señora. Una alegría y
un escalofrío recorrió mi cuerpo.
- Ahora,
dirígete a él.- Mi Señora me miró a los ojos, yo la miré, y sostuvimos las
miradas.- Repite tras de mí.- me ordenó.
- Soy tu
Ama, Dueña y Señora.- Usted es mi Ama, Dueña y Señora.- dije.
- Eres mi
sumiso.- Soy Su sumiso, mi Señora.
- Tu alma,
tu cuerpo y tu mente son Mías.- Mi alma, mi cuerpo y mi mente son Suyas, mi
Señora.-
- No tendrás
más voluntad que la mía.- No tendré más voluntad que la Suya, mi Señora.
- Obedecerás
Mis palabras y Mis deseos.- Obedeceré Sus palabras y Sus deseos, mi Señora.
El Amo asistente, fue alcanzando los objetos de la mesa
a mi Ama. Mi Ama los fue tomando, y diciendo:
- Desnudo
vienes a mí, tu voluntad también estará desnuda. Recibe tus símbolos de
sumisión. Con estas muñequeras y tobilleras simbolizo que todo está restringido
a Mi voluntad.- me los fue colocando.- Con este aroma represento la pérdida de
tu identidad en la Mía.- me roció con el perfume que escogió para mí.- Con este
collar simbolizo que todo tú me perteneces en público y en privado.- me lo
colocó, con sus tres anillas preciosas y el símbolo de mi Dueña grabado,
sintiendo el cuero alrededor de mi cuello, con ilusión, emoción y orgullo de
recibirlo.- Con este símbolo quedas marcado indeleblemente como de Mi
propiedad.- mientras me colocaba la gargantilla y el anillo.- Con este látigo
azotaré tu cuerpo para que sepas lo que te ocurrirá en caso de desobediencia.-
El Amo asistente me sujetó las anillas de las muñequeras a las anillas
laterales del collar, y mis manos entrelazadas tras la nuca, de rodillas. Mi
Ama se colocó tras de mí, y comenzó a darme diez latigazos fuertes, a los
cuales aguanté sin quejarme, orgulloso de que todo el mundo pudiera ser testigo
de mi entrega a mi Ama. Tras aquella demostración de entrega, me liberaron las
muñecas del collar.
Acto seguido, la maestra de ceremonias indicó a la
sumisa asistente que me fuera alcanzando mis ofrendas, y me dijo.- Sumiso,
muestra tus ofrendas.
- ¿Con qué
objeto Me traes este ramo?.- preguntó mi Ama. - Con el fin de entregarle mi
inocencia.- respondí.
- ¿Con qué
objeto Me traes esta cuerda?.- preguntó.- Con el de que ate mi voluntad, mi
mente y mi vida.- respondí.- Que así sea.- dijo mi Ama, tomando la cuerda y
comenzando a atar nudos con ella sobre mi cuerpo.- Por el nudo número uno, tu
lazo se ha atado, tu vida estará junto a la Mía. Por el nudo número dos, te
prometo que acepto tu regalo y que comenzaremos una nueva vida. Por el nudo
número tres, tu sueño se cumplirá, y Me entregarás toda tu pasión. Por el nudo
número cuatro, te prometo aún más, que Mi Cariño por ti seguirá creciendo. Por
el nudo número cinco, a partir de este día Mi poder estará contigo, con
honradez y respeto. Por el nudo número seis, Mi control llevará tu cuerpo a la
tierra y tu espíritu al cielo. Por el nudo número siete, el placer de la carne
se consumará en Mi voluntad. Por el nudo número ocho, el placer del espíritu
nos reforzará al uno en el otro. Por el nudo número nueve, Mi Amor por ti
brillará siempre, el pensamiento de la eternidad se Me hace divino.
- ¿Con qué
objeto Me traes esta correa?.- Con el de que guíe y dirija mi viaje en
sumisión; pues es mi deseo pertenecerle y seguirle allí donde Usted elija
llevarme.
- Acepto
gustosa la tarea.- dijo mi Ama, enganchando la correa en el collar.-
Recompensaré el servicio con placer y el incumplimiento con dolor. Ahora
póstrate ante mí.- Me postré completamente frente a mi Ama, la frente sobre el
suelo, los brazos extendidos hacia Ella, mientras puso uno de Sus zapatos de
tacón sobre mi cuello.- Soy tu Ama, Dueña y Señora. Y no serás de ninguna otra
mientras yo te posea. He hecho que despiertes de tu sueño y te he traído al
reino de Mi voluntad.- Y me hizo incorporar, pero permaneciendo de rodillas. Mi
asistente me dio la rosa blanca para que la sujetara entre mis manos. El Amo
asistente acercó a mi Señora la rosa roja, para que la tomara entre Sus dulces
manos. Ella me desabrochó el collar, lo pasó sobre la llama de uno de los
cirios de la mesa, dejando que el fuego lo acariciara suavemente, y me lo
volvió a colocar en el cuello, mientras me dijo:
- Te
protegeré y te guiaré eternamente.- Con una espina del tallo de su rosa roja,
me pinchó en el dedo corazón y dejó caer dos gotas de sangre en mi rosa blanca.
Luego ofrecí las espinas de mi rosa a mi Ama, y se pinchó en Su propio dedo
dejando caer dos gotas de sangre a Su rosa, una separada, la otra sobre una de
las gotas de mi sangre. Después, unimos nuestros dedos heridos y nos besamos,
como señal de cumplimiento de nuestros votos.
Los asistentes tomaron la cadena, la pasaron por las
llamas de los cirios y nos envolvieron con ella, mientras nosotros nos
mirábamos y nos besábamos profundamente en la boca, y al final, repetimos
juntos “Nuestras almas están unidas para toda la eternidad, como Ama y sumiso”.
Unimos nuestras rosas, dejando que la sangre de la rosa blanca besara los
pétalos de la rosa roja, e intercambiamos las flores.
Nos quitaron la cadena y nos la envolvieron en una tela
sedosa, para entregárnosla después de la cena de rol. Nos entregaron un jarrón
para depositar las rosas, que adornarían de esta manera nuestra mesa en la cena
de rol, y más tarde, nuestras habitaciones.
A continuación mi Ama me sonrió, me tomó de la mano, me
hizo incorporar y nos dirigimos, encabezando la comitiva junto con el resto de
asistentes, a disfrutar de la cena de rol.