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    Tener fe en tu Dominante conlleva no tener miedo

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    Mi primer sometido es mi control, siempre está a mi servicio

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    Manejar el silencio es más difícil que manejar el látigo

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    Mi alma necesita tanto mimo como mi cuerpo castigo

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    Después de una sesión, la mano que te domina te debe acariciar

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    El precio de Dominar es la responsabilidad

19 - Mi entrega (Primera Parte). Autor: fetslave_de_Uranthia | Foro

una
una Feb 2 '15

Mi entrega

 


Las pesadas cortinas de las ventanas impedían que entraran los últimos rayos de sol de ese día, que tocaba a su fin. Anochecía, y sólo cuando el último rayo se apagara y la noche se cerniese sobre el jardín, sólo en ese momento, comenzaría mi nueva vida con Ella.

Me hallaba sumido en la semioscuridad de la antesala, esperando. Sólo tenuemente iluminada por la luz de las velas, en el silencio se oía el flamear de las pequeñas llamas, liberando pequeñas columnas de humo que repartían el aroma de la cera perfumada por toda la estancia.

Estaba postrado, de rodillas, con la mirada baja, mis nalgas sobre los tobillos y las palmas de las manos abiertas sobre mis muslos, cubierto sólo por una capa de satén, negra por fuera, roja por dentro, y un pequeño slip de cuero negro que cubría mi sexo y mis nalgas.

Nervioso, mi corazón latía de emoción, el interior de mi abdomen lo recorrían ejércitos de hormigas imaginarias. Así estaban cuando llegaron un sumiso y una sumisa, amigos nuestros, a buscarme. Vestían como yo, con la excepción que lucían sus collares y sus marcas de pertenencia a Sus respectivos Dominantes.

-       Es la hora.- dijo ella.- al tiempo que ambos me tomaron de las manos para incorporarme. Ella tomó una bandeja de plata con las ofrendas: Un ramo de flores, el escrito con mis votos y mi contrato de sumisión, una correa de cuero, una cuerda roja, un anillo y una rosa blanca. Se colocaron a mis lados, flanqueándome, para acompañarme.

Nos dirigimos a un salón grande y espacioso. Estaba realmente nervioso, pero deseoso de que comenzara todo. Antes de entrar, se unió a nosotros un Ama amiga nuestra, propietaria del sumiso que me acompañaba, sería la maestra de ceremonias y me acompañaría hasta mi Señora. Llevaba un vestido largo de cuero negro, con capa. Entramos en el salón por la puerta principal, en formación, el sumiso y la sumisa delante, yo acompañado a mi lado por el Ama maestra de ceremonias. Avanzamos en procesión, lentamente, hasta el lugar central de la sala donde se celebraría la ceremonia.

La estancia estaba deliciosamente decorada con ramos de flores para la ocasión, numerosos candelabros y velas encendidas rompían la sala oscura y alumbraban con diferentes intensidades cada espacio de la habitación. En cada punto de la sala había la luz necesaria, sin ser excesiva, creando el ambiente adecuado. En la zona central, frente a la lumbre encendida, más iluminada, donde mi Señora estaba sentada en una butaca alta, como un trono, de cuero negro, acompañada de un Amo, en otra butaca, propietario de la sumisa que me acompañaba. El Amo, que actuaría de asistente de mi Señora, llevaba un vestido de chaqueta y pantalón de cuero.

Mi Señora vestía un precioso vestido de cuero negro entallado, largo, desde el busto hasta los pies, y sobre él, un corsé de cuero negro con líneas rojas, que moldeaban Su figura. Unos preciosos zapatos de charol de tacón alto, que vestían elegantemente esos pies que tanto deseaba. Estaba preciosa con Su oscura cabellera rizada cayéndole como una cascada sobre Sus hombros, Sus labios pintados, Su sonrisa deseosa al verme llegar.

Frente al trono de mi Señora, había un cojín de cuero rojo y otros dos de cuero negro a cada uno de los lados de éste. A cada lado de las butacas había dos mesas de madera ornamentadas. En una de ellas, había otra bandeja plateada con un collar de cuero negro grabado con el símbolo de mi Señora, las tobilleras y muñequeras de cuero, un látigo, una gargantilla con una chapita grabada con el nombre y el símbolo de mi Señora, un anillo, un frasco de perfume, y por último, una rosa roja y una cadena larga. En la otra mesa, la sumisa que me acompañaba depositó la bandeja que portaba con las ofrendas.

A los lados de todo el conjunto, varias butacas para el resto de asistentes, unos pocos amigos y amigas nuestros, que nos esperaban en silencio, vestidos todos ellos elegantemente siguiendo el código de la ceremonia.

Los sumisos de la comitiva nos colocamos cada uno en frente a un cojín, yo en el central, en el rojo, y a mis lados, en los negros, mis acompañantes. La sumisa asistente se dirigió a una de las mesitas, tocó una campanilla que indicó a todos el inicio de la celebración y regresó. Ambos sumisos se arrodillaron al mismo tiempo en los cojines, mientras que el Ama maestra de ceremonias, que había permanecido a mi lado, me tomó de la mano y me condujo frente al cojín central, frente a mi Señora, y me indicó que me arrodillara. Así lo hice. Nalgas sobre los tobillos, la mirada baja, y las palmas de las manos abiertas sobre los muslos.

-       Estamos hoy aquí para ser testigos y asistir a la entrega de este sumiso a Su Señora, de forma libre y voluntaria, tras haber dado cuenta de merecerla como Ama, por haber avalado sus cualidades de entrega y sumisión ante Ella.- Dijo la maestra de ceremonias.- Mediante la aceptación de esta entrega, Su Señora, aquí presente, se convertirá en Su Ama, iniciando ambos su nueva vida como Ama y sumiso. Como sumiso, dedicará su alma, su cuerpo y su mente al placer de Su Ama, entregándose a Ella plena,  voluntaria y completamente. Su Ama, cuidará del sumiso, cuidará su alma, su cuerpo y su mente, lo educará convenientemente para obtener de él sus mejores servicios y sus mejores muestras de entrega y de sumisión.

La maestra de ceremonias me tomó de una mano, me hizo incorporar y me acercó hasta mi Señora. La sumisa asistente tomó el cojín y lo desplazo a los pies de mi Señora. Me arrodillé de nuevo sobre él, a Sus pies, esta vez, mirándola a los ojos.

-       ¿Has venido libremente y sin coacción, a someterte al servicio de tu Señora?.- me dijo, la maestra de ceremonias.- Así es Señora.- contesté.

-       ¿Aceptas libremente someterte a partir de hoy a tu Señora?.-Gustosamente acepto, Señora.

-       ¿Renuncias a partir de hoy a cualquier otra relación que no sea con tu Señora?.- Si, renuncio con agrado Señora.

-       ¿Te someterás única y exclusivamente tu Señora, tanto física como mentalmente?.- Si, me someteré, Señora.

-       ¿Juras solemnemente que llevarás a cabo tu servicio lo mejor posible, que te darás completamente a tu Ama, sin poner ningún obstáculo a Su voluntad?.- Así lo juro, Señora.

-       ¿Qué ofrendas has traído ante nuestra presencia como expresión del servicio que deseas ofrecer?

-       Traigo mi cuerpo, mi alma y mi mente, que ofrezco a mi Ama deseada.- dije, desprendiéndome de la capa. - Traigo mis votos que me convertirán en el sumiso de mi Dueña. Traigo un ramo de flores que representa la inocencia de mis intenciones. Traigo la cuerda con la que deseo representar mi atadura a mi Señora. Traigo mis votos y mi contrato de sumisión como prueba escrita de mi libre voluntad a someterme a mi Señora. Traigo esta correa, para que mi Señora me guíe y me dirija en mi sumisión. Traigo esta cuerda roja que simboliza mi regalo de sumisión, y se la ofrezco como prueba de mi entrega. Traigo este anillo como señal de sumisión absoluta a mi Señora. Traigo esta rosa blanca para sellar mi sumisión para siempre.

-       Lee tus votos de sumisión.- me indicó la maestra de ceremonias.

-       Me comprometo solemnemente a obedecer a mi Señora inmediatamente, sin reserva y sin vacilación en todo lo que pida de mí. Me comprometo solemnemente ser hermoso a sus ojos, y sonar gracioso a sus oídos. Me comprometo solemnemente a servirle de la forma que mi Señora desee, con todo mi cuerpo y mi alma, en todo lo que desee. Me comprometo a que no habrá en este mundo nadie más importante que mi Señora, ni nada más importante que estar a Su servicio.

La maestra de ceremonias tomó mis manos, y puso las palmas sobre las rodillas de mi Señora, y se dirigió a Ella.

-       ¿Aceptas a este sumiso en propiedad?.- Si, lo acepto.- Respondió mi Señora. Una alegría y un escalofrío recorrió mi cuerpo.

-       Ahora, dirígete a él.- Mi Señora me miró a los ojos, yo la miré, y sostuvimos las miradas.- Repite tras de mí.- me ordenó.

-       Soy tu Ama, Dueña y Señora.- Usted es mi Ama, Dueña y Señora.- dije.

-       Eres mi sumiso.- Soy Su sumiso, mi Señora.

-       Tu alma, tu cuerpo y tu mente son Mías.- Mi alma, mi cuerpo y mi mente son Suyas, mi Señora.-

-       No tendrás más voluntad que la mía.- No tendré más voluntad que la Suya, mi Señora.

-       Obedecerás Mis palabras y Mis deseos.- Obedeceré Sus palabras y Sus deseos, mi Señora.

El Amo asistente, fue alcanzando los objetos de la mesa a mi Ama. Mi Ama los fue tomando, y diciendo:

-       Desnudo vienes a mí, tu voluntad también estará desnuda. Recibe tus símbolos de sumisión. Con estas muñequeras y tobilleras simbolizo que todo está restringido a Mi voluntad.- me los fue colocando.- Con este aroma represento la pérdida de tu identidad en la Mía.- me roció con el perfume que escogió para mí.- Con este collar simbolizo que todo tú me perteneces en público y en privado.- me lo colocó, con sus tres anillas preciosas y el símbolo de mi Dueña grabado, sintiendo el cuero alrededor de mi cuello, con ilusión, emoción y orgullo de recibirlo.- Con este símbolo quedas marcado indeleblemente como de Mi propiedad.- mientras me colocaba la gargantilla y el anillo.- Con este látigo azotaré tu cuerpo para que sepas lo que te ocurrirá en caso de desobediencia.- El Amo asistente me sujetó las anillas de las muñequeras a las anillas laterales del collar, y mis manos entrelazadas tras la nuca, de rodillas. Mi Ama se colocó tras de mí, y comenzó a darme diez latigazos fuertes, a los cuales aguanté sin quejarme, orgulloso de que todo el mundo pudiera ser testigo de mi entrega a mi Ama. Tras aquella demostración de entrega, me liberaron las muñecas del collar.

Acto seguido, la maestra de ceremonias indicó a la sumisa asistente que me fuera alcanzando mis ofrendas, y me dijo.- Sumiso, muestra tus ofrendas.

-       ¿Con qué objeto Me traes este ramo?.- preguntó mi Ama. - Con el fin de entregarle mi inocencia.- respondí.

-       ¿Con qué objeto Me traes esta cuerda?.- preguntó.- Con el de que ate mi voluntad, mi mente y mi vida.- respondí.- Que así sea.- dijo mi Ama, tomando la cuerda y comenzando a atar nudos con ella sobre mi cuerpo.- Por el nudo número uno, tu lazo se ha atado, tu vida estará junto a la Mía. Por el nudo número dos, te prometo que acepto tu regalo y que comenzaremos una nueva vida. Por el nudo número tres, tu sueño se cumplirá, y Me entregarás toda tu pasión. Por el nudo número cuatro, te prometo aún más, que Mi Cariño por ti seguirá creciendo. Por el nudo número cinco, a partir de este día Mi poder estará contigo, con honradez y respeto. Por el nudo número seis, Mi control llevará tu cuerpo a la tierra y tu espíritu al cielo. Por el nudo número siete, el placer de la carne se consumará en Mi voluntad. Por el nudo número ocho, el placer del espíritu nos reforzará al uno en el otro. Por el nudo número nueve, Mi Amor por ti brillará siempre, el pensamiento de la eternidad se Me hace divino.

-       ¿Con qué objeto Me traes esta correa?.- Con el de que guíe y dirija mi viaje en sumisión; pues es mi deseo pertenecerle y seguirle allí donde Usted elija llevarme.

-       Acepto gustosa la tarea.- dijo mi Ama, enganchando la correa en el collar.- Recompensaré el servicio con placer y el incumplimiento con dolor. Ahora póstrate ante mí.- Me postré completamente frente a mi Ama, la frente sobre el suelo, los brazos extendidos hacia Ella, mientras puso uno de Sus zapatos de tacón sobre mi cuello.- Soy tu Ama, Dueña y Señora. Y no serás de ninguna otra mientras yo te posea. He hecho que despiertes de tu sueño y te he traído al reino de Mi voluntad.- Y me hizo incorporar, pero permaneciendo de rodillas. Mi asistente me dio la rosa blanca para que la sujetara entre mis manos. El Amo asistente acercó a mi Señora la rosa roja, para que la tomara entre Sus dulces manos. Ella me desabrochó el collar, lo pasó sobre la llama de uno de los cirios de la mesa, dejando que el fuego lo acariciara suavemente, y me lo volvió a colocar en el cuello, mientras me dijo:

-       Te protegeré y te guiaré eternamente.- Con una espina del tallo de su rosa roja, me pinchó en el dedo corazón y dejó caer dos gotas de sangre en mi rosa blanca. Luego ofrecí las espinas de mi rosa a mi Ama, y se pinchó en Su propio dedo dejando caer dos gotas de sangre a Su rosa, una separada, la otra sobre una de las gotas de mi sangre. Después, unimos nuestros dedos heridos y nos besamos, como señal de cumplimiento de nuestros votos.

Los asistentes tomaron la cadena, la pasaron por las llamas de los cirios y nos envolvieron con ella, mientras nosotros nos mirábamos y nos besábamos profundamente en la boca, y al final, repetimos juntos “Nuestras almas están unidas para toda la eternidad, como Ama y sumiso”. Unimos nuestras rosas, dejando que la sangre de la rosa blanca besara los pétalos de la rosa roja, e intercambiamos las flores.

Nos quitaron la cadena y nos la envolvieron en una tela sedosa, para entregárnosla después de la cena de rol. Nos entregaron un jarrón para depositar las rosas, que adornarían de esta manera nuestra mesa en la cena de rol, y más tarde, nuestras habitaciones.

A continuación mi Ama me sonrió, me tomó de la mano, me hizo incorporar y nos dirigimos, encabezando la comitiva junto con el resto de asistentes, a disfrutar de la cena de rol.




El mensaje en el foro es editado por una Feb 28 '15

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