Imaginé sus suaves y almohadilladas patas de terciopelo posándose suavemente en tu piel, aún tostada por el sol. Imaginé tu piel, tu carne, hundiéndose un poco bajo el peso de Luna. El animal se acerca a ti, a tu cara y agacha su hocico para oler tu boca. Fresa. Lame un poco y sigue su camino, posando sus patas en tus pechos mientras da la vuelta sobre tu cuerpo. La cola acaricia tu cara, te sonríes. Tu risa llena de luz la habitación. YA hace días, semanas de nuestro último encuentro. Cada centímetro de tu piel me echa de menos, como mis dedos extrañan enredarse en tu melena. Te pones de pie, miras por la ventana. Vagamente recuerdas la ocasión en la que imaginamos que iba a tu casa, tocaba tu timbre...Cruzas los brazos, miras por la ventana. Nunca pasará. Quizás ni siquiera lo has deseado del todo. Pero qué grises se sienten las ideas tristes cuando son certezas
El Muro