Empezando a sentir
Su día empezó como uno más de tantos. Las tareas de la casa, comidas,
ropas, etc. Y como todos los días conecto esa ventana que la comunicaba con ese
mundo de fantasías que tanto le gustaba, con esos amigos que día a día iba conociendo
e intimando. Él estaba entre ellos.
Él era joven e insistente. Aquella mañana no fue diferente, le dio los
buenos días, ¿cómo has dormido? y alguna que otra broma, se despidieron
hasta el medio día.
Así transcurrió la mañana de ella, tranquila, hasta que dieron las tres.
En ese momento vibro su móvil, era él, que comenzaba con sus preguntas (
¿Que tal la mañana?, Que haces en este momento?, Yo en el sofá, De buena gana
te metía mi polla en la boca.¿ Lo deseas?, Hoy estaré ahí para dártela ) y ella
con sus respuestas ( Mmmmmm... demasiado tentador, Si estuvieras más cerca, tu
polla sí, Me gustaría estar contigo) de este modo pasaron un buen rato
hablando, aclarando gustos y como seria su encuentro, el diciéndole la ropa que
debía llevar, excitándola, haciendo que sus pulsaciones aumentaran por
momentos, programándolo todo para aquella misma noche. Los nervios de ella
aumentaban por momentos, se repetía una y otra vez (estás loca o que te
pasa, dios no lo conoces de nada). Pero por una vez en su vida lo arriesgaría
todo y apostaría por aquello que deseaba tanto, sentirse viva.
La tarde transcurrió rápidamente, con idas y venidas. Se duchó, hidrató su
cuerpo, lo perfumó, se peinó... en fin se preparo para él. Dieron las 11 y ella
entró en su habitación, su ropa yacía encima de la cama muy ordenada, comenzó a
vestirse, sus medias de encaje, su liguero, corpiño, falda y chaqueta, sus
braguitas quedaron encima de la cama. Se maquillo ligeramente y a las 11:50 ya
estaba lista para él. Cogió su bolso y una pequeña mochila donde llevaba
algunas cosas personales, se sentó a esperar, sus nervios iban en aumento, eran
las 12:15 cuando recibió su primer mensaje (“Voy en camino”).
El tiempo pasaba lento, los minutos le parecían horas, así dieron la 1:15 y
recibió otro mensaje (“En cinco minutos estaré en tu calle. Prepárate”).
Y así lo hizo, en cinco minutos él está en la puerta y ella cruzando la
calle. Ella lo saludó con un simple hola, él puso el coche en movimiento y en
ese mismo instante comenzó su aventura. Preguntas cortas, respuestas breves, su
mano entre sus piernas, buscar un desvió apartado.
Se adentraron por aquel camino, la noche era muy oscura, él apago las luces
del coche, se acerco a su oído y con voz susurrante le dijo (Tranquila putita
no pasara nada que tu no quieras que pase). El dijo algo, se bajo del coche,
ella lo buscaba y cuando se dio cuenta estaba abriendo la puerta de su lado. La
agarro por el pelo de la nuca, la obligo a bajar y empotro su espalda contra el
coche. Le devoro la boca, le subió la falda, le lamió sus pechos, ella sentía
el frió de la noche en su sexo desnudo y muy húmedo. Ella intento coger su
miembro, pero él se lo impidió (¿puta te he dado yo permiso?). La volvió a
coger del pelo la arrastró hasta el capó, la tumbó en él, le abrió las piernas
y la penetró de un solo movimiento, sus gemidos eran incontrolables, la cogió
por el cuello, la obligo a arrodillarse y le metió su polla en la boca, se la
follo, le escupió y la abofeteo, la levanto por el cuello, la tumbo de nuevo en
el capo, introdujo sus dedos en el sexo chorreante de ella, la masturbo hasta
dejarla extasiada, sus orgasmos interminables. Él le hacía lamer su mano en
cada uno de sus orgasmos diciéndole (¿Qué es esto puta?, Dilo).
Así pasaron tiempo, el placer embotaba su cabeza. Cuando se quiso dar
cuenta estaba boca abajo en el capo, el escupió entre sus nalgas y en menos de
nada estaba penetrando su culo, dolor y placer se mezclaban, sus quejidos
hicieron que él se detuviera, él le preguntó (¿Lo aguantas?) ella le suplicaba
que no parase. Las embestidas iban en aumento lo mismo que el placer de ella.
El era incansable, azotó sus nalgas una, dos, tres… Los orgasmos de ella se
sucedían, gritos, gemidos, suplicas .La noche y la oscuridad los envolvía. El
volvió a cogerla por el pelo y la obligo a arrodillarse ante él, penetró su
boca y le preguntó (¿Dónde quieres que me derrame? Suplícamelo). La oscuridad
que los envolvía no le dejaba disfrutar de la imagen de ella arrodillada ante
el suplicando que se derramarse en su cara y en su boca, lo lamia una y otro
vez. El placer de el llego como un torrente, caliente y espeso, como ella
pidió, vertiéndose en su cara y en su boca, ella tragaba y lamia quería
recordar su sabor, que no acabara ese momento.
El la ayudo a levantarse, apenas podía mantenerse en pie, se limpiaron un
poco, cruzaron apenas cuatro palabras, colocaron sus ropas, se subieron de
nuevo al coche, él la llevó hasta su puerta, ella le dio las gracias,
se miraron por un segundo y se dijeron "HASTA PRONTO”
Nala (M.D.M)
El Muro